Emma
— ¡Oliver, Emily! —grité por tercera vez—. ¡Pueden bajar de una vez por todas a desayunar!
Caminé hacia la cocina maldiciendo en voz baja. Mi estómago pesaba y mis pies estaban hinchados. Después de tener a Emily, decidí que no tendría más hijos. Al menos eso fue lo que dije durante sus primeros tres años de vida.
Pero parece que lo olvidé rápidamente, porque aquí me ven cinco años después, esperando a mi último hijo. Así que sí, iré directamente a la ligadura de trompas.
— Buenos días, hermosa —dijo Theo, acariciando mi vientre, antes de dejar un beso en mi cuello —. Ya levanté a los chicos.
— ¿A qué hora llegó Oliver anoche? —le pregunté mientras él me hacía sentar y se dirigía a la cocina.
— Creo que a las cuatro de la mañana —respondió, dejando mi té y algo de fruta sobre la mesa —. Al menos no llegó ebrio; estaba bastante consciente cuando abrió la puerta.
— Más le vale. Si toma alcohol y maneja, lo mato —dije, frunciendo el ceño.
— Ya estás hormonal —bromeó Oliver al entrar