¿Y si lo pierdo?

Emma

No era una mala mujer, entonces, por qué me hacían esto.

— Buenos días —respondió María, serena.

— Usted tiene claro que está bajo juramento, ¿verdad? —preguntó Tracy.

— Objeción, su señoría —interrumpió la abogada de Nicolás.

Su expresión permanecía implacable, ella no tenía miedo de usar la mentira, algo que era absurdo.

— Tengo un buen punto —replicó Tracy, sin perder la compostura.

El juez asintió levemente, indicándole que continuara.

— Señora Fournier, puede responder, por favor.

— Sí, lo tengo claro —respondió María, con su habitual tono altivo.

Tracy la miró fijamente, preparándose para hacer algo, porque parecía que estaba a punto de cazarla.

— ¿Quiere decirme a qué fue a la oficina de la señorita Wood hace dos días? —preguntó, mientras observaba cómo la seguridad de María comenzaba a desmoronarse lentamente.

— Solo quise hablar con ella —contestó, pero su rostro comenzaba a palidecer —. Cuando vi cómo me maltrataba ella y su novio, salí de ahí y no volví más.

Vi cómo un
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