Sophia, aún envuelta en el abrigo de Alexander, se sentó débilmente en un banco del vestíbulo del edificio. Los recuerdos de lo que acababa de suceder daban vueltas en su mente. Su garganta se contrajo al darse cuenta de lo cerca que habían estado de un desastre si Alexander no hubiera intervenido a tiempo. El CEO, de pie a su lado, permanecía en alerta, con la mirada sombría. Parecía medir la gravedad de la situación con cada segundo que pasaba. Sophia rompió el silencio, su voz temblorosa pero decidida a buscar respuestas.
— ¿Siempre actúas así con tus empleados? —preguntó, levantando ligeramente el mentón para encontrar la mirada de Alexander—. ¿Siempre intervienes para… proteger a los demás?
Alexander apartó su atención de la entrada principal del edificio y se centró en Sophia. Había una calidez inesperada en su expresión, mezclada con cierta seriedad.
— Es mi deber —respondió con calma—. Cuando alguien trabaja para Reeder Corp, esa persona no es simplemente un empleado. Se convierte en parte de algo más grande. Nunca toleraré que se abuse de esa confianza o que se ponga en peligro la integridad de alguien.
Sophia, conmovida por sus palabras, bajó brevemente la mirada. Le sorprendía que un hombre con tantas responsabilidades mostrara tanta humanidad. Sin embargo, aún la inquietaba una persistente pregunta.
— ¿Y si yo no fuera alguien importante? —murmuró—. ¿Si simplemente fuera... una persona más entre tantas? ¿Reaccionarías de igual manera?
Alexander se inclinó ligeramente, con una intensidad sincera en su mirada.
— Sophia, la importancia de una persona no se mide por su título o su posición. Cada persona aquí merece que se cuide de ella, ya sea directora o asistente. No se trata de jerarquía, sino de principios.
Ella asintió, manteniendo sus manos apretadas alrededor del abrigo que le proporcionaba calor. A pesar de sus palabras reconfortantes, aún se preguntaba por qué había sido enviada a esa situación tan peligrosa. Decidió esperar, con la esperanza de que Alexander también hiciera las preguntas adecuadas.
Mientras tanto, Richard, que se encontraba cerca, se acercó discretamente a Alexander.
— El coche está listo, señor —anunció con tono neutro—. El señor Girard también está bajo vigilancia.
Alexander lanzó una última mirada a Sophia, evaluando su estado antes de enderezarse.
— Sophia, me encargaré de lo que sigue. Quiero asegurarme de que todo se maneje correctamente. ¿Podrías esperar aquí bajo la custodia de Richard? Te prometo que esto aún no ha terminado.
Sophia asintió en silencio, sintiéndose a la vez aliviada por su determinación y perturbada por todo lo sucedido.
Alexander se dirigió al coche. Al subir a bordo, el señor Girard, aún en estado de shock, estaba sentado en la parte trasera bajo la vigilancia de dos miembros de seguridad. Alexander se acomodó en el asiento delantero, con la mirada fija y dura sobre el hombre que casi había provocado un desastre.
Girard intentó hablar, buscando justificarse.
— Escuche, Alexander, no es lo que piensa. ¡Todo esto es un enorme malentendido! ¡Esa joven interpretó mal mis intenciones!
Alexander levantó una mano para silenciarlo, su voz helada cortó cualquier intento de explicación.
— No me tome por tonto, Girard. No solo es un peligro para mis empleados, también es un peligro para su propia reputación. Pero lo que más me interesa ahora es saber cómo justificó que la trajera aquí.
Girard tragó saliva, evitando la mirada penetrante de Alexander. Tras un silencio pesado, finalmente cedió.
— No fue idea mía —exclamó—. Clara Reynolds me dijo que me enviaba a esta chica...
Se detuvo, vacilante. Alexander cruzó los brazos, esperando que continuara.
— … dijo que era la empresa la que la ofrecía. Que ella era… insignificante, que no tenía nada de especial; simplemente una empleada que debía demostrarlo.
Alexander sintió cómo se apretaba la mandíbula, una fría ira se apoderaba de él. Se giró ligeramente, sus ojos atravesaron a Girard.
— ¿Quiere decir que Clara describió a una empleada de mi empresa como una simple mercancía para ofrecer?
Girard, comprendiendo que había desatado una tormenta, se encogió levemente.
— Yo… no quise decirlo de esa manera... pero eso fue lo que me hizo entender.
Alexander se alejó con desdén, reflexionando sobre el siguiente paso. Sabía que esa revelación implicaba algo mucho más grave que un simple incidente aislado. Clara había cruzado una línea, y no iba a dejar que esto quedara sin consecuencias.
Al salir del coche, Alexander se acercó a Sophia, todavía en el vestíbulo. Ella levantó la cabeza al verlo acercarse. Antes de que pudiera decir algo, él habló, con voz clara y decidida.
— Sophia, no tienes nada de qué reprocharte por lo sucedido hoy. Pero me aseguraré de que aquellos que permitieron que esto ocurriera sean considerados responsables. Clara Reynolds tendrá que rendir cuentas por sus actos.
Sophia sintió una mezcla de alivio y temor. Nunca había querido causar tal caos, pero sabía que no podía quedarse callada ante lo ocurrido. Asintió, dispuesta a colaborar para que se hiciera justicia.
Tras dar instrucciones claras sobre las consecuencias de los actos del señor Girard y de Clara, Alexander subió al coche junto a Richard para regresar a Reeder Corp. El silencio pesaba en el habitáculo, pero Richard, acostumbrado a interpretar a su jefe, notó cierta agitación en su comportamiento. Alexander fijaba la ventana con la mirada perdida en sus pensamientos, mientras Richard, con las manos unidas en sus rodillas, se preguntaba cuál podría ser la verdadera razón detrás de su intervención.
Finalmente, Richard rompió el silencio, intentando un acercamiento ligero pero directo:
— Señor Reed, debo decir que su intervención hoy fue impresionante. Sophia realmente necesitaba ayuda. Usted actuó rápido y... con una intensidad inusual.
Alexander apartó brevemente la mirada de la ventana para observar a Richard.
— Soy responsable de la seguridad y del bienestar de mis empleados, Richard. Es una prioridad. No podía permitir que ella estuviera en peligro.
Richard asintió, aunque no parecía completamente convencido de la aparente simplicidad de la respuesta.
— Claro, lo entiendo. Pero, con todo respeto, parece que le importaba especialmente Sophia. No es común que intervenga personalmente en este tipo de situaciones.
Alexander se enderezó un poco, su tono se volvió más defensivo.
— ¿Qué insinúas, Richard? Sophia es una empleada de Reeder Corp, alguien que merece tanta atención y protección como cualquier otra persona en esta compañía.
Richard, consciente del carácter directo de Alexander, continuó con cautela.
— No cuestiono sus principios, señor. Solo digo que... su reacción de hoy fue particularmente emotiva. Y no es la primera vez que su nombre aparece en sus comentarios.
Alexander frunció ligeramente el ceño, adoptando un tono más firme.
— Sophia es una empleada prometedora. He notado su potencial, y quise asegurarme de que tuviera todas las herramientas para tener éxito. No es algo personal, Richard, es profesional. Nada más.
Richard observó a Alexander unos instantes, luego bajó la mirada levemente, aceptando su respuesta. — Muy bien, señor. Pero, si me permite decirlo, su implicación de hoy pudo haber sido más emocional que profesional. Y creo que la propia Sophia lo notará.
Alexander, sin responder de inmediato, volvió a mirar por la ventana con expresión pensativa. Sabía que Richard había percibido algo, pero se rehusaba a admitir que pudiera tener un interés personal por Sophia. Para él, era una cuestión de integridad y responsabilidad.
— Lo que Sophia sentirá, Richard, es que está segura y respaldada. Eso es lo único que me importa.
Richard asintió suavemente, respetando la posición de su jefe, aunque en su interior se preguntaba si había algo más detrás de aquella fachada. Las próximas semanas en Reeder Corp prometían ser reveladoras para todos.