Alexander Reed, solo en su oficina, contemplaba el horizonte a través de las grandes ventanas que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. Ese momento de calma era para él una rara oportunidad de sumergirse en sus pensamientos. E inevitablemente, sus recuerdos lo transportaban a aquella noche de cinco años atrás: la joven que había conocido, aquella promesa que nunca pudo cumplir y ese colgante de jade que había sido depositado en un cajón. La idea de no haberlo vuelto a encontrar lo atormentaba profundamente.
Al no tener respuesta a sus preguntas, Alexander llamó a su fiel asistente, Richard, para discutir ese tema que tanto le preocupaba. Richard entró en la oficina, con su libreta en la mano, listo para recibir instrucciones.
Alexander: — Richard, ¿tienes alguna noticia? ¿Ha habido algún avance en la búsqueda de aquella mujer?
Richard bajó la mirada, casi apenado de tener que repetir lo que ya había dicho en innumerables ocasiones.
Richard: — Señor Reed, hemos hecho todo lo posi