Justo cuando Sophia se levantaba para irse, con su bolso en una mano temblorosa y un fugaz pensamiento de alivio cruzando su mente, Alexander la interrumpió con voz firme. Alexander: —Espera, Sophia. No te vayas todavía.
Sophia se detuvo, sorprendida por su tono. Se dio vuelta lentamente para enfrentarse a su jefe, quien permanecía sentado, pero cuya mirada penetrante no le dejaba ningún espacio para escapar. Sophia: —Sí, señor Reed. ¿Hay algo más?
Alexander cruzó los brazos y se recostó en su silla, observando a Sophia como si pesara cuidadosamente sus palabras. Alexander: —Tengo una propuesta para ti. Escúchame atentamente.
Sophia frunció ligeramente el ceño, intrigada pero recelosa. Sophia: —¿Una propuesta? ¿Qué tipo de propuesta?
Alexander: —Necesito tu ayuda. Sophia: —¿Mi ayuda? Alexander: —Sí, tu colaboración, para ser preciso.
Sophia se volvió a sentar lentamente, confundida, pero sintiendo que había algo serio en lo que su jefe estaba a punto de decirle. Sophia: —Le escucho, s