La suave luz de la mañana se filtró en la alcoba conyugal de la mansión Reed, iluminando con delicadeza los contornos de los muebles y la cama con dosel. Sophia abrió los ojos con una extraña sensación, como si algo no estuviera en su lugar. Apenas se dio cuenta de que la envolvía un calor distinto cuando advirtió que Alexander dormitaba junto a ella. Peor aún, su brazo descansaba ligeramente sobre ella, un gesto involuntario de cercanía que la estremeció por completo.
Sophia (susurrando) : — ¿Qué...?
En ese mismo instante, Alexander despertó, abriendo los ojos lentamente. Frunció el ceño, aún adormilado, antes de percatarse de su posición. Cruzaron una mirada de sorpresa y enseguida se separaron bruscamente.
Alexander : — ¿Qué ha sucedido?
Sophia se incorporó de inmediato, con el rostro enrojecido de vergüenza.
Sophia : — Yo... no lo sé. Tú dormías y...
Alexander (frotándose la frente) : — Debo haberme movido en sueños.
Sophia se levantó con premura, ajustándose la bata de noche mien