Alexander Reed, después de haber tomado conocimiento de las revelaciones de Monsieur Girard acerca de Clara Reynolds, estaba preparado para actuar. No podía tolerar que un miembro de su empresa tratara a una empleada como una mercancía o pusiera en peligro la integridad de una colaboradora. Esta situación exigía medidas inmediatas. Alexander decidió convocar a Clara en su oficina, consciente de que la confrontación no sería fácil.
Clara recibió la convocatoria con sorpresa, pero también con una ligera irritación. No entendía por qué Alexander, un director ejecutivo a quien respetaba aunque a veces le parecía demasiado metido en los asuntos de los empleados, quería hablar con ella. Como de costumbre, se aseguró de vestirse impecablemente y se dirigió hacia la oficina de Alexander, mientras su mente ya elaboraba excusas y justificaciones para defenderse, sin saber exactamente lo que le esperaba.
Al entrar, vio a Alexander sentado detrás de su escritorio, con una mirada fría y calculadora