Sophia se encontraba ante las grandes puertas de la casa familiar, con el corazón cargado por una mezcla de nostalgia y nerviosismo. Ese lugar, que en otro tiempo estuvo lleno de emociones contradictorias, representaba una parte de su pasado que había evitado cuidadosamente durante años. Pero hoy había decidido regresar, principalmente por sus hijos. Los trillizos, curiosos e inocentes, apretaban sus manitas mientras ella inhalaba profundamente antes de tocar el timbre.
Cuando Anna abrió la puerta, una sonrisa sarcástica iluminó su rostro. Sus ojos recorrieron rápidamente a Sophia y a sus hijos, reflejando una mezcla de sorpresa y desprecio. —Vaya, mira quién ha vuelto —dijo Anna, con una voz llena de burla—. La gran desaparecida. Francamente, creí que habías abandonado este mundo para siempre.
Sophia levantó la barbilla, negándose a dejarse desestabilizar. —Hola, Anna. He venido por cortesía.
Anna estalló en una risa fría, alejándose ligeramente de la puerta. —¿Cortesía? Eso es nuevo