Francine entró en la tienda tirando de Malu del brazo, todavía riendo de una broma que solo ellas dos habían entendido.
—Esa vitrina está gritando mi nombre —dijo sin disimular el entusiasmo.
Malu tropezó con una alfombra mal extendida justo en la entrada.
—Sí, grita tu nombre, pero tu tarjeta va a llorar, Francine.
Apenas habían dado diez pasos dentro de la tienda cuando Francine se detuvo bruscamente.
La sonrisa desapareció de su rostro.
Sus ojos se clavaron en un punto fuera del escaparate.
Dorian.
Estaba allí. En la acera. Exactamente en el lugar donde ella había pasado.
Francine se congeló por un segundo.
Luego agarró a Malu por los hombros y prácticamente la lanzó entre dos percheros llenos de vestidos largos.
—¡Malu, agáchate por el amor de Dios!
—¿Qué te pasa? ¿Estás loca?
—¡Es él!
—¿Quién?
—Él, Malu. El jefe. El dueño de la mansión. ¡Dorian Villeneuve en carne, hueso y lino italiano!
Malu abrió los ojos como platos, ya escondiéndose entre los vestidos.
Francine miró por una r