El sonido amortiguado de una playlist animada sonaba de fondo, mientras la ropa estaba esparcida por todas partes: sobre la cama, la silla y hasta en el alféizar de la ventana.
Francine se probaba prendas y se miraba al espejo con aire crítico.
Malu estaba sentada en el suelo, con las piernas cruzadas, un panecillo de queso en una mano y el celular en la otra, observando todo como una jueza de desfile de moda.
—Malu, necesito comprar algo de ropa y una bolsa nueva. ¿Vamos de compras?
—No sé… tú siempre te pruebas todo y nunca compras nada —respondió sin apartar la vista del celular.
Francine se giró hacia ella, poniendo las manos en la cintura.
—¿Qué puedo hacer si mi gusto no es convencional?
—¡Con ese cuerpo deberías ponerte cualquier cosa y sentirte fabulosa! —dijo Malu, señalándola con el panecillo como si fuera un micrófono.
Francine soltó una risita presuntuosa y se echó el cabello hacia atrás con exageración.
—Y me siento fabulosa —guiñó un ojo—. Eso no significa que vaya a com