73• Cuidar de nuestros hijos.

Mi corazón dio un salto extraño.

—Margaret era frágil en ese entonces —continuó él—. Tenía esa luz… pero estaba inestable, rota por dentro. Y Frank veía esas cosas, las olía, como un depredador.

Su mandíbula se tensó.

—Se aprovechó de su vulnerabilidad. Era encantador cuando quería. Tenía esa forma de envolverte sin que te dieras cuenta. Y… la cautivó. La envolvió antes de que ella entendiera quién era realmente.

Me imaginé a mamá joven, hermosa, con esa sonrisa triste que siempre guardó para sí misma… cayendo en manos de un hombre así.

Edgar siguió, la voz cada vez más baja:

—Cuando Margaret empezó a descubrir quién era Frank… ya era demasiado tarde.

Me miró, con una mezcla de culpa y dolor.

—La verdad es que… desde que conocí a tu madre, algo en mí cambió —confesó, con una sinceridad que le aflojaba la voz—. Al principio me decía que solo quería protegerla de Frank, pero era una forma de engañarme. Con Margaret… era imposible no sentir algo. Tenía esa manera tranquila de estar en el
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