67• Otra noche lejos de ti.
El camino de regreso fue silencioso. Roger conducía con esa calma habitual suya, y yo apenas podía apartar la mirada del cristal. Todo se sentía más borroso, más lento.
Todavía podía ver a Edgar en mi mente, con esa expresión llena de sorpresa y nostalgia, como si verme lo hubiera llevado de golpe a otro tiempo.
No dejaba de pensar en lo extraño que había sido verlo así, con una niña de la mano, riendo… viviendo otra vida. Una vida en la que mamá ya no estaba. Había algo profundamente simbólico en el hecho de que su hija llevara su nombre. Margaret.
Mamá nunca pudo amarlo como él la amó, sabía que Edgar había guardado su amor como quien guarda una herida que se aprende a querer con los años.
De niña, yo lo veía como un refugio. Era amable, paciente, el tipo de hombre que uno siente que siempre está. Pero un día, simplemente desapareció.
Y aunque entonces no entendí por qué, ahora lo comprendía: cuando se enteró de la verdad, de que Elliot no era realmente su hijo, decidió marcharse.