Cuando abrí los ojos, la habitación estaba sumida en penumbra. El reloj sobre la mesita marcaba las siete en punto. Parpadeé un par de veces, intentando salir del letargo. Había dormido más de lo que pretendía. El silencio era tan profundo que podía escuchar el zumbido leve del viento contra la ventana y el ritmo pausado de mi respiración.

Me incorporé lentamente, con la cabeza aún llena de los mismos pensamientos que me habían acompañado al dormir: Elliot.

Lo que Samuel había dicho no me dejaba en paz. “Pronto obtendré lo que merezco.”

¿Qué significaba eso? ¿A qué se refería? ¿Y si intentaba algo más?

Llevé una mano a mi vientre, sintiendo el ligero movimiento bajo la piel. Tenía que protegerla.

Y proteger todo lo que había construido en ese lugar. El viñedo, la casa… mi paz. Tal vez la única manera de hacerlo era enfrentarlo, hacerlo entender, o tomar medidas legales si era necesario. Pero incluso al pensarlo, un peso me oprimía el pecho. No quería convertirlo todo en una g