Me encontraba frente al espejo del baño, la luz cálida iluminando mi rostro mientras lavaba mi cara, intentando borrar cualquier rastro de la cena y de lo que acababa de suceder. Pero no había forma de limpiar lo que sentía. Las palabras de Richard resonaban en mi mente, firmes y directas, y yo… yo no supe qué decir.
Suspiré, rozando el agua con mis dedos y hablándome a mí misma en un murmullo apenas audible. “No seas cobarde, Nora. Sabes lo que quieres, sabes lo que sientes. También quieres estar con él, también quieres vivir con él… ¿o no?” La voz dentro de mi cabeza era un eco insistente, una mezcla de miedo y deseo que me mantenía atrapada.
Mi corazón seguía acelerado, y cada pensamiento sobre Richard hacía que todo en mí se estremeciera. ¿Cómo podía estar tan tranquila estando tan cerca y, al mismo tiempo, tan lejos? Cómo podía alguien tener tanto poder sobre ti con solo existir, con solo mirarte, con solo… estar.
Pasé la mano por mis labios y no pude evitar recordar el beso de h