Me sumergí en el agua lentamente, dejando que el frío y la frescura me envolvieran, mis sentidos alerta por su cercanía. Me quedé un poco apartada, observándolo mientras se movía con naturalidad, como si el agua fuera su elemento. Mis dedos jugueteaban con la superficie, creando pequeñas ondas que reflejaban la luz de las lámparas encendiéndose alrededor de la piscina.
—Te estás manteniendo demasiado lejos —dijo, con esa voz grave que recorría mi espalda como un escalofrío.
No pude evitar sonreír con un poco de picardía, aunque sentía mi corazón acelerarse.
—¿Demasiado lejos? Solo estoy disfrutando la vista, ¿recuerdas?
Sus ojos se fijaron en mí, y de repente me sentí pequeña, vulnerable, expuesta. Con un movimiento lento y decidido, empezó a acercarse, sin perder ni un ápice de control, obligándome a enfrentarme a todo lo que sentía por él. Cada centímetro que acortaba la distancia, mi respiración se aceleraba, y mi cuerpo reaccionaba sin que yo lo quisiera.
Mi mente estaba en un cao