Era de madrugada. Álvaro se frotaba las sienes mientras las líneas de datos se amontonaban en su pantalla. Llevaba horas navegando por el historial de accesos internos a la red de ASTRIX. Lo que había descubierto no era concluyente, pero sí suficiente para sembrar la semilla de la sospecha.
Lorena, su pasante estrella, su consuelo en noches vacías, había ingresado a carpetas confidenciales sin autorización. Informes financieros, documentos legales, bocetos de una nueva alianza comercial con una empresa canadiense. Lo sabía porque él mismo había creado esos archivos. ¿Por qué querría verlos?
¿Y por qué todo esto ahora?
La idea le revolvió el estómago. ¿Estaba siendo usado? ¿Manipulado?
Recordó la forma en que Lorena lo había abrazado, rota, frágil, vulnerable… o al menos eso creyó. Una lágrima sobre su camisa, una disculpa que se deslizaba entre besos dulces y suspiros lentos. ¿Era real? ¿O parte de un guion perfectamente ensayado?
Encendió un cigarro, pese a que no fumaba desde la uni