La aguja del tocadiscos digital se deslizó suave y precisa, y pronto la habitación se llenó con las notas etéreas de "Lovely". Julia cerró los ojos, sintiendo cómo la voz susurrada de Billie Eilish se deslizaba por las paredes, como si cada verso le hablara directamente al alma. Estaba sola, envuelta en una bata de algodón blanco, con el cabello suelto y el cuerpo apenas sostenido por la calma de la mañana. La habitación parecía suspendido en una quietud casi sagrada.
Puso ambas manos sobre su vientre, que ya mostraba su curva suave, como una luna creciente, viva, palpitante. No había otra cosa en el mundo que importara más en ese instante. Por primera vez en semanas, no pensó en Pablo, ni en Álvaro, ni en la empresa, ni siquiera en el miedo que la había devorado durante tantos días. Solo estaba ella… y su bebé.
—Hola, mi amor —susurró, con una voz que vibró en el aire como una confesión. La música la envolvía. La letra hablaba de oscuridad y belleza, de lucha y resistencia. Y Julia s