~Alana~
Nuestras miradas se quedaron atrapadas la una en la otra, él vigilando cada temblor de mi cuerpo y yo… yo esperando que no me delatara. —Disculpe, Alfa Walker, resolveré esto tan pronto como sea posible y seguiremos hablando de nuestro pequeño trato. Mi atención se desvió a los hombres que ahora salen; podía sentir el nudo apretándose no solo en mi estómago, sino también en mi garganta. —¿Saben quién eres?—su voz, profunda pero suave, me hizo saltar del susto. Toda mi atención regresó a él y al hombre que había llegado a su lado. —No… no lo sé, no estoy segura—respondí un poco inquieta. Asintió dándose la vuelta. —Sígueme, entrarán en un minuto y si te ven, ya no podrás escapar. «¿Por qué siempre nos vemos rodeadas de Alfas? Siento que somos un imán para eso. El último nos clavó los colmillos y solo espero que este no lo haga.» Lo seguí en silencio, escuchando a mi loba quejarse, pero había algo en sus palabras que me hizo acariciar mi cuello con los dedos. La piel estaba lisa; sin embargo, podía sentirlo. Allí estaba, debajo de mi piel, ardiendo, haciéndome sentir que sus colmillos habían dejado su marca de una forma profunda. Él nos había marcado, nos había reclamado, y ahora que caía en cuenta de eso, sentía que las paredes comenzaban a cerrarse a mi alrededor. No podía confiar en él, no cuando sabía perfectamente lo que era mi loba. La había visto; nos había protegido de los demás, pero eso no quiere decir que sus intenciones sean precisamente buenas. «Deja de sobrepensar las cosas, Alana. Demos un paso a la vez; concéntrate en el ahora, porque aquí estamos solas. No hay nadie que venga a buscarnos; ciertamente, nuestros padres no lo harán y menos el idiota de Damien». Entramos en una habitación; por el olor, me supongo que aquí se quedaba él, el Alfa Walker. Yo me quedé pegada a la puerta; no conocía sus intenciones y no podía confiar ciegamente en la ayuda inesperada. Siempre hay algo a cambio que dar. —Quiero dos carros justo ahora en la parte trasera. El primero que salga adelante, nosotros nos moveremos cuando haya salido de las fronteras. Lo escuché dando órdenes mientras recogía papeles importantes de una mesa. Estaba totalmente serio, calmado, muy diferente a mi agitado corazón. Aprieto mis dedos con fuerza sobre la pesada capa que aún no me quito, un intento inútil de mantener mis emociones a raya cuando lo que en realidad quiero es correr tan lejos como sea posible. Pero, ¿a dónde? Ya no tengo a dónde ir y regresar a mi manada no es una opción, no ahora. Primero tengo que hacerme fuerte, por mí, por mi hermana, y luego regresar para desenterrar la verdad que esconde su muerte. —Es hora de irnos —anuncia. —¿Por qué me ayudas? —decidí preguntar, ya que si me quedo a su lado, lo mínimo que puedo hacer es intentar protegerme a mí misma. —Porque sé lo que eres, sé que eres una loba blanca, una de las más raras de la historia. Doy un paso atrás, tomando la perilla de la puerta. Él lo ve y da un paso atrás, reflejando una pequeña sonrisa. —Tranquila, no soy una amenaza para ti; sin embargo, los hombres que acaban de entrar lo son. Puedes hacer todas las preguntas que quieras, pero después, ahora tenemos que irnos. ***** Avanzamos rápido por los pasillos de la casa; podíamos escuchar cómo removían todo con violencia. Cada puerta era abierta, cada mueble sacado de su lugar; los gritos de las doncellas llenan el aire, haciendo que se me erice la piel. Salimos por la puerta trasera y rápido entré al auto, junto con el Alfa Walker a mi lado. El hombre que ahora sé que es su beta conduce, alejándose de la mansión tan rápido como le es posible. La tensión flota, palpable en el aire, el silencio reina a nuestro alrededor hasta que él lo rompe. —Está bien que no confíes en mí; de hecho, no confíes en nadie. Hay quienes te buscarán para destruirte, pero aquellos sedientos de poder lo harán para beneficiarse. —¿Cómo sabes…? —Mi lobo te reconoce. El cómo no lo sé, pero dice que tenemos que protegerte hasta que puedas hacerlo por ti misma. "Hasta que pueda hacerlo por mí misma." Miré a través de la ventana pensando en sus palabras. Sabía que esperaba una respuesta, así que por un momento traté de alejar los sentimientos negativos, esos que me hacían querer llorar y desear que esto fuera un mal sueño. No, no podía; mi realidad era distinta. Tenía que aceptar que mi vida ya no es ni volvería a ser la de antes, que ya no soy la misma niña asustada que siempre vivía bajo la sombra de los demás. Las pérdidas importantes en mi vida no podían doblegarme y no lo haría. —Bien—dije con firmeza, mirándolo directamente—, aceptaré tu ayuda, pero supongo que pedirás algo a cambio. —¿Cuál es tu nombre? —Alana. Lo escuché repetir mi nombre en un susurro bajo, sus ojos color miel fijos en los míos, casi como si quisiera ver más allá. Estaba pensando, analizando, jugando con una pieza de collar entre sus dedos. Sea lo que sea, parecía ser importante para él. —Cuando llegue el momento, te lo diré, Alana. No te preocupes, no es nada de lo que debas preocuparte. No soy un psicópata y tu hermosa loba puede asegurarlo. Kyra asintió ante sus palabras. No parecía desconfiada o cohibida; se sentía segura de una forma diferente. Esa misma seguridad que también sentimos con aquel Alfa, pero de una forma posesiva, un Alfa que nos había marcado y se había esfumado como si nada, sin palabras, sin una carta, nada. Llevé mi mano a mi cuello, mirando hacia el paisaje por la ventana. Miles de pensamientos quieren agolparse en mi mente; sin embargo, uno es más fuerte. Aquellos ojos dorados danzan en mis pensamientos, una presencia, una sombra constante acompañándome. Pero no puedo darle tanta importancia a alguien que prefirió mantenerse en las sombras, a alguien que me reclamó en su forma de lobo para luego esfumarse sin explicaciones, o tal vez las había y su nombre no alcanzó a decírmelas. Sea lo que sea, ahora debo concentrarme en mi futuro, en lo que necesito convertirme y en lo que sea que me cueste hacerme fuerte. No importa cuál sea el precio; estoy dispuesta a pagarlo por ver de rodillas a aquellos que se atrevieron a hacerme daño.