Capítulo 5

~Alana~

Había voces en medio de mi sueño, un aura fuerte flotando a mi alrededor que pronto desapareció, dejándome extrañamente vacía.

Volví a perder la noción del tiempo, pero algo en todo eso seguía conmigo, firme, arraigado a cada parte de mí.

Un olor permanecía siempre, uno que no lograba identificar, ese mismo olor que, por un momento, captó mi loba antes de que aquel lobo nos mordiera con fuerza.

Sí, luego de darnos una buena arrastrada y de que nos estampara la cara contra el suelo. Parece que con eso no le bastó.

Un movimiento ligero logró despertarme por completo. Me sentía algo perdida, mareada; las heridas de mi espalda ya no dolían y fue allí cuando recordé todo lo que había pasado en los últimos días y mi actual situación.

El carro, aquel Alfa, la pelea y luego la mordida.

Abrí los ojos de golpe, siendo casi cegada por la fuerte luz que entra por la ventana del auto en el que voy, aunque esta vez se sentía diferente.

¿cómo llegué aquí?

—¿Me oyes?— giré la cabeza hacia el hombre; él mira el retrovisor cada tanto con su rostro serio e impasible mientras conduce por las calles algo vacías de una manada pequeña.

Me siento derecha, mirando hacia el exterior, mi respiración acelerándose a medida que me doy cuenta de que voy de nuevo con un desconocido.

—Tenemos que ponerte a salvo— vuelve a hablar, sacándome de mis pensamientos.

—¿Por qué, quién eres?— me atrevo a preguntar, buscando algún signo de peligro, tratando de mantener mi temblor bajo control.

—Alguien que debe ponerla a salvo; ese es mi deber y justo ahora eso es lo que debo hacer.

Estaciona el auto en un callejón, sale rápido y, al verlo venir a mi puerta, me alejo asustada.

«Tranquila, Alana, no va a hacernos daño»

«¿Cómo puedes estar tan segura, Kyra?»

«No lo sé, solo confía por una vez; tal vez no todos son malos y no todo es lo que parece»

—No voy a hacerle daño, soy alguien que va a ayudarla en lo que pueda. Mis órdenes son llevarla a nuestra manada.

—¿Por qué debería confiar en ti?

—No tiene que hacerlo —afirma con seriedad, sus ojos oscuros siempre en los míos—, pero por ahora soy su mejor opción si quiere vivir, así que elija y hágalo rápido.

*****

Avanzamos por las calles de la manada, cubiertos con una capa; nada extraño para un pueblo donde todos sus habitantes visten ropas viejas.

El hombre a mi lado se detiene, tomando mi brazo para que lo haga. Sigo su línea de visión y, más allá, hay dos hombres con ropas negras, mirando con cautela cada calle, cada persona, buscando algo o a alguien.

—Vamos, ellos no pueden verla ni notarla.

Toma mi brazo, llevándome en dirección contraria; sus ojos se mueven en todas partes, buscando posibles amenazas.

—¿Quiénes son? —pregunto suavemente, tratando de entender algunas cosas.

—Hombres peligrosos enviados por alguien poderoso. No puedo darle detalles porque es lo mejor; en su momento sabrá las respuestas, pero no por mí.

Eso no me deja más tranquila.

Pronto nos topamos con otros dos hombres. Cruzamos rápido la calle, evitando a toda costa que nos vean; es como si estuviesen en todos lados.

Pero nuestra suerte duró poco; uno de ellos nos ve y nos señala viniendo en nuestra dirección.

—Mierd4, vamos, por aquí.

Me saca por otro lado; prácticamente corremos entre las personas que nos miran algo raro.

Puedo escuchar mi propio corazón acelerándose a cada segundo, la incertidumbre y el miedo de ser detenidos por esas personas que no conozco.

Cruzamos rápido la última calle y, sin pedir permiso, nos metemos en una casa.

El hombre cierra la puerta y las ventanas y luego se va hacia la puerta de atrás, donde yo lo sigo más de cerca.

—Por favor, dime qué sucede.

Se gira hacia mí, debatiéndose en si decirme o no.

—Mis órdenes son llevarla a nuestra manada y ponerla a salvo. Los hombres que están allá afuera son hombres del Rey; no están aquí para hablar, no están aquí para nada bueno y mucho menos con usted.

—¿Por qué? —no lo entendía; me sentía confundida no solo por esto, sino por todo lo demás. ¿Esto también tiene que ver con Luna Margaret y mi entrega a ese hombre?

—Porque usted es…

Un golpe fuerte en la puerta delantera lo interrumpió. Kyra gruñó en mi mente, alertándome de quiénes eran, y al ver la expresión hostil del hombre, lo supe.

Gruñó frustrado hasta que su atención regresó a mí, mientras yo no dejaba de mirar hacia la entrada.

—Debe irse—me tomó del brazo, sacándome por la puerta trasera hacia un pequeño jardín. Mucho más allá se veía la alta estructura de la casa de la manada, rodeada por guerreros y varios carros.

En ese momento, se escuchó la puerta de entrada abrirse con un fuerte golpe. El hombre me empujó, ordenándome que corriera mientras él se daba la vuelta para detenerlos.

Corrí con el corazón en la boca y mis nervios de punta. Miraba hacia atrás un par de veces con la esperanza de volver a verlo, que pudiera salir ileso, pero todo lo que vi fue cómo más hombres entraban a la pequeña casa.

Mi visión se nubló ligeramente al saber todo lo que podrían hacerle por mí y yo… yo ni siquiera sabía defenderme.

Llegué jadeando a la casa de la manada; nadie me detuvo, ninguno de los guerreros pareció notarme.

Ellos tenían su atención en algo más allá y sabía qué era.

Caminé apresurada hacia el interior; tenía que esconderme, ocultar mi olor porque sabía que ellos debían haberlo percibido.

Miraba hacia atrás constantemente avanzando con pasos temblorosos hasta estrellarme fuertemente con alguien.

—¿Pero qué mierd4? ¿acaso no ves?

Un hombre me empujó y, por su aura, deduje que era un Alfa. Su aspecto ostentoso no contrastaba para nada con el de su manada pobre. Tenía el pelo bien peinado, un perfil en general limpio, pero sabía que había más suciedad en él que otra cosa.

Mi mirada pasó de él al hombre con quien me había estrellado. Era mucho más alto, tenía el cabello rubio, otro Alfa sin duda, pero él se sentía más… fuerte y, al mismo tiempo, sereno.

Sus ojos color miel me estudiaban con cuidado; su postura relajada me decía que no se había ofendido.

—Alfa, perdón la interrupción— entró un guardia agitado, asustado, recuperando el aliento—. Los hombres del Rey están aquí para una pequeña inspección.

Mis manos se apretaron fuertemente; la ansiedad comenzó a consumirme y, al ver de nuevo a aquel Alfa, me di cuenta de que él sabía que venían por mí.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP