La cara de César al alejarse reflejaba un enojo evidente.
Lorena, ¡realmente ahora sí que me sorprendes!
Con cualquier hombre, dices que te acuestas y lo haces, sin un respingo de culpa. Ante él, te comportas con altivez, pero detrás, corres a gatear a la cama de otros.
¿Lorena no puede vivir acaso sin follar por un momento?
Con frustración, César se ajustó el cuello de la camisa.
Con pasos largos y apresurados, caminaba rápidamente por el pasillo, cuando en una esquina chocó de frente con una mujer vestida de manera atrevida y sensual.
La mujer chocó contra el pecho de César y maldijo en silencio: ¿Acaso no tenía ojos como para no mirar por dónde caminaba?
Estaba a punto de increparle cuando levantó la vista y vio al hombre frente a ella. Su rostro se sonrojó de inmediato.
Lo había visto hace un momento junto a la piscina. Era César, el presidente de Runpex. Aunque había estado acompañado por otra mujer, no importaba.
Un alto directivo como él era infinitamente mejor que cualquier otr