La mansión se llenó de murmullos y risas mientras los amigos más cercanos de Luciana y Alexander llegaban para la cena. La atmósfera cálida contrastaba con las preocupaciones que habían ensombrecido sus días recientes. Luciana, vestida con un elegante vestido azul marino que realzaba el brillo de sus ojos, se movía con gracia entre los invitados, asegurándose de que todos se sintieran cómodos.
Alexander, con una sonrisa tranquila, observaba a su esposa desde la distancia, admirando su fortaleza y elegancia. Llevaba una camisa blanca arremangada y pantalones oscuros, un look casual que reflejaba su personalidad relajada.
—¿En qué piensas? —preguntó Richard, acercándose con una copa de vino en la mano.
Alexander giró la cabeza y sonrió.
—Solo en lo afortunado que soy.
Richard asintió, siguiendo la mirada de Alexander hacia Luciana.
—Es una mujer increíble. Ambos lo son.
La velada transcurría con conversaciones animadas y brindis por futuros éxitos. Sin embargo, una sensació