Luciana no durmió esa noche. Después de la llamada, se encerró en el baño con el teléfono pegado al oído mientras Alexander dormía, agotado. Camila hablaba en susurros, como si alguien pudiera estar escuchando incluso desde otra ciudad.
—Luciana, escucha. No te llamé para manipularte. Lo juro. Pero hay cosas que no sabes de Alexander. Cosas que él no te dijo porque… porque cambiarían todo.
Luciana no respondió. Dejó que hablara. Su corazón latía tan fuerte que apenas podía oírsele a sí misma.
—El archivo que él dice que recibió incompleto… no fue así. Él sabía lo que contenía. Y lo usó. No para ayudar a las sobrevivientes. Lo usó para limpiar su nombre en el mundo literario. Fue parte de un acuerdo. Una transacción.
Luciana se apoyó en el lavamanos. Todo parecía girar.
—¡Estás mintiendo! Él me lo explicó. Fue una víctima también.
—Lo fue. Al principio. Pero después tuvo una opción. Y eligió callar. No te pido que me creas. Te estoy enviando los correos. Las firmas. Las fechas.
Luciana