El aire frío del pasillo golpeó mi rostro mientras salía tambaleándome del salón privado. Mi corazón aún latía con fuerza, pero el shock inicial comenzaba a ceder paso a una confusión punzante. Respiré hondo varias veces, intentando recuperar la compostura antes de regresar al salón.
Al entrar, vi a Andrés y Elena esperándome con miradas preocupadas. Me acerqué a ellos, intentando esbozar una sonrisa tranquilizadora.
—Estoy bien —dije, aunque mi voz aún sonaba un poco agitada—. Solo necesito un momento.
—¿Segura, Clara? —preguntó Andrés, con el ceño ligeramente fruncido— Asentí.
—Sí. ¿De qué hablaban?— pregunté intentando alejar la atención que tenían puesta en mi.
Elena nos miró a ambos, con una mezcla de alivio y curiosidad.
—Solo estábamos preocupados por ti. Maximiliano parecía muy insistente en hablar contigo a solas. ¿Todo bien?— no funcionó.
Antes de que pudiera responder, Maximiliano se acercó a nosotros. Su expresión era ahora más serena, aunque aún había una intensidad en