La oficina se había convertido en un campo minado de formalidades tensas. Maximiliano y yo nos movíamos con la cautela de extraños obligados a compartir el mismo espacio, cumpliendo al pie de la letra las reglas que habíamos establecido en mi apartamento. Maximiliano había estado viniendo a mi apartamento varias noches seguidas y se iba al terminar, no voy a decir que no me dolía nada, quizá un poco, pero yo misma lo acepte y puse las reglas, y Dios mío, la verdad es que no quería que esto parara.
Unos días después de nuestro "acuerdo", Daniela me avisó por el intercomunicador:-Señor Ferrer, la señora Valera está en recepción. Dice que tiene una cita.Valera. El nombre resonó en mi cabeza, trayendo la imagen de la mujer demacrada y con los ojos hinchados que conocí en la clínica. Sofía. La esposa de Ricardo, el mejor amigo de Maximiliano. La mamá del pequeño Mateo. ¿Qué la traía por aquí?Maximiliano frunció el ceño ligerame