La semana transcurrió con una lentitud exasperante. Maximiliano se había sumido en una preocupación silenciosa, apenas presente en la oficina más allá de las reuniones importantes. Sus interacciones conmigo se limitaban a instrucciones breves y formales, la calidez de Margarita evaporada como un espejismo en el desierto. La sombra de Sofía y el pequeño Mateo se cernía sobre él, creando una barrera invisible entre nosotros.
Daniela, siempre observadora, notó el cambio en el ambiente- ¿Todo bien con el jefe, Clari? Parece como si tuviera el alma en otro lado.
-Está pasando por un momento delicado con la familia de su amigo - respondí vagamente, sin querer revelar nada de nuestra extraña "no relación".
Pero la ausencia de Maximiliano en nuestra dinámica laboral era solo una parte de la historia. Sofía Vargas comenzó a aparecer con más frecuencia en la oficina. Al principio, eran llamadas telefónicas que él atendía con una voz suave y preocupada. Luego, fueron visitas breves, con la excus