Capítulo 13

Después del almuerzo con los socios mexicanos, la tarde se deslizó entre reuniones y llamadas. El señor Mendoza, afortunadamente, mantuvo un comportamiento más profesional, aunque sus miradas ocasionales hacia mí seguían teniendo un brillo… particular.

Maximiliano, por su parte, se mantuvo impecablemente correcto, casi distante, lo que me dejó un poco confundida. ¿El beso en el mirador y esa breve conexión durante el vuelo habían sido solo mi imaginación?

Cuando terminamos con la última reunión del día, ya el sol comenzaba a teñir el cielo de tonos naranja y rosa. Sentía las piernas cansadas pero la cabeza llena de ideas y notas.

-Clara, ¿te apetece tomar algo antes de cenar? Hay un bar por aquí cerca que tiene buenas vistas del atardecer. Y puedes bañarte en la playa si quieres. Sería una buena forma de desconectar un poco.

La invitación de Maximiliano me tomó por sorpresa. Era la primera vez que me proponía algo así fuera del contexto estrictamente laboral.

-Claro, señor Ferrer… Ma
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