Aitana se despertó con el cuerpo envuelto en la calidez de Iván. Sus brazos la rodeaban con una firmeza protectora, como si incluso en sueños temiera perderla.
Pero la paz duró poco.
Iván se removió, su respiración se volvió errática, y su agarre sobre ella se tensó.
—No… —susurró en sueños, el ceño frunciéndose en una expresión de angustia.
Aitana se incorporó ligeramente, acariciando su rostro con suavidad.
—Iván… despierta.
Él inhaló bruscamente y abrió los ojos de golpe, como si emergiera de una pesadilla. Por un segundo, su mirada estaba perdida, como si no reconociera dónde estaba.
Pero cuando sus ojos se encontraron con los de Aitana, su expresión cambió.
—Lo siento —murmuró, pasando una mano por su rostro.
—¿Pesadillas? —preguntó ella con suavidad.
Él asintió, pero no dijo más.
Aitana sabía que este no era el momento para presionarlo. En cambio, deslizó su mano por su pecho, su piel caliente bajo su tacto.
—Estoy aquí —susurró.
Iván la miró fijamente, y algo en su interior par