Aitana aún estaba envuelta en las sábanas, su piel tibia y su cuerpo aún sensible tras su último encuentro con Iván. Él estaba a su lado, con un brazo perezosamente sobre su cintura, como si no quisiera soltarla.
Pero entonces lo sintió.
Un escalofrío en la nuca.
Ese instinto primitivo de que algo estaba mal.
Iván también lo sintió.
En un solo movimiento, se incorporó en la cama, sus músculos tensos, su mirada oscura clavada en la puerta del motel.
Silencio.
Demasiado silencio.
Aitana contuvo el aliento cuando él se deslizó fuera de la cama, completamente desnudo, y tomó su pistola de la mesa de noche.
—Vístete. Ahora. —Su voz fue baja, pero cortante.
Su corazón comenzó a latir con fuerza.
—Iván… ¿qué pasa?
Él no respondió de inmediato. Se acercó a la ventana con sigilo, corriendo apenas un milímetro la cortina para mirar afuera.
Y entonces su expresión se oscureció.
—Mierda… —susurró.
Aitana se apresuró a ponerse la ropa, su pulso acelerándose con cada segundo.
—¿Quién es?
Iván la mi