Las Noticias Vuelan
Alexander Blackwood tomó un sorbo de su café negro, disfrutando la calma de la mañana desde el balcón de su habitación. El suave aire londinense cargado de humedad traía el eco distante del bullicio urbano, pero allí, en su rincón privado, todo parecía suspendido en un tiempo exclusivo para él.
La porcelana fina del plato tintineó cuando dejó la taza, pero el repiqueteo no logró opacar la vibración insistente de su teléfono sobre la mesa.
Alzó una ceja al ver el nombre que destellaba en la pantalla: Lorenzo Caruso.
- Esto no puede ser bueno. Es temprano. - murmuró antes de deslizar el dedo para contestar.
- ¡¿Qué diablos hiciste, Alex?! - rugió la voz grave del italiano al otro lado de la línea, cortando de tajo el sosiego de la mañana - ¡Todo internet está vuelto loco con esas fotos!
Alexander apoyó el codo en el respaldo de la silla, su expresión serena apenas alterada por el alboroto de su contacto más valioso en el desmantelamiento de redes ilegales y manejo del mercado negro.
- Buenos días, Lorenzo. - respondió con calma, aunque el tono arrastrado llevaba un deje sarcástico - ¿Qué fotos exactamente?
- ¡No te hagas el inocente, maledetto! Tú y la abogada. Helena Thorne. Salieron de la galería anoche y ahora las redes están explotando. Hay teorías para todos los gustos: que es tu amante secreta, tu nueva socia, tu abogada para un desastre ¡o que se viene una boda secreta de Blackwood! - Lorenzo bufó - Las subastas clandestinas pasarán a segundo plano si siguen viendo tu cara por ahí.
Alexander exhaló un suspiro pesado, apoyando la frente sobre dos dedos.
- Maldición... Esta vez fueron rápidos.
- Rapidísimos, amigo. Y déjame decirte algo: no puedes permitirte distracciones. Ya tenemos a medio mercado mirando con lupa tus movimientos.
- Lo sé. - admitió Alexander con un tono más grave. Luego agregó en un susurro irónico - Lo que no entiendo es por qué todo el mundo piensa que tener una vida privada es ilegal.
- Cuando eres tú, sí, lo parece. - dijo Lorenzo con mordacidad - Oye, solo te llamo para advertir que mantengas la cabeza fría. Este tipo de atención nunca trae nada bueno. No ahora.
Alexander sonrió ligeramente, aunque la tensión permanecía en su mandíbula.
- Aprecio la preocupación, Lorenzo. Pero yo manejo mis escándalos, ¿Recuerdas?
- Sí, pero yo manejo tus crisis. - Lorenzo hizo una pausa - Y créeme, no quiero otro infierno de relaciones públicas en mi agenda.
Alexander soltó una risa seca.
- Tranquilo. Esto solo hará el juego más interesante. – le dijo Alexander con su habitual tono arrogante, dispuesto a zanjar el tema.
- ¿Juego? - Lorenzo bufó al otro lado del teléfono - Todo internet está vuelto loco con esas fotos, amico ¿Estás seguro de que no necesitas que intervenga?
- Todo estará bien.
- Eso espero, Alex. Porque si no, vamos a necesitar más que discreción para salir de este lío.
Alexander suspiró con cansancio, observando la calma del paisaje desde el balcón de su habitación, como si el caos virtual fuera solo una ligera brisa.
- No es un lío, Lorenzo. Ni una crisis. - lo interrumpió Alexander con una calma que bordeaba la insolencia.
- Ah, ¿No? - bufó el italiano - Pues ilústrame, genio, porque a mí me parece que estás bailando en la cuerda floja.
- Me casaré con ella en un par de semanas.
Hubo un silencio pesado, cargado de incredulidad y el sonido de algo cayendo al otro lado hizo que Alexander sonriera para sí mismo.
- Cosa?! - Lorenzo tosió como si hubiera tragado aire de golpe - ¿Qué acabas de decir? Creo que me explotó la cabeza.
- Lo que escuchaste. - confirmó Alexander con una sonrisa que Lorenzo no podía ver, pero seguramente imaginaba - Helena Thorne será mi esposa muy pronto.
- ¡Me estás jodiendo! - Lorenzo soltó una carcajada nerviosa - ¿Tú? ¿Casarte?
- No bromeo con asuntos importantes.
- ¡Aspetta, aspetta! - balbuceó Lorenzo, aún incrédulo - ¿La abogada Thorne? Pensé que la contrataste solo para manejar tus asuntos legales, no para arrastrarla al altar.
- Digamos que Helena resultó ser mucho más interesante de lo que esperaba. - respondió Alexander con una sonrisa perezosa - Y es la mejor opción para mi y para resolver ciertos problemas.
Lorenzo soltó una risa incrédula.
- Sabía que eras un poco loco, pero esto es un nuevo nivel.
- ¿No me felicitas?
- ¡Felicitarte? - Lorenzo bufó entre risas - Solo espero estar en primera fila para ver el espectáculo. Maledetto pazzo... - murmuró el hombre, pero ya no hubo reproche en su voz, solo resignación mezclada con asombro - Al menos mándame la invitación. Esto será épico.
Alexander sonrió mientras terminaba el café.
- Te garantizo que lo será. Descuida, tendrás un asiento reservado.
La llamada terminó, dejando el eco del consejo de Lorenzo flotando en el aire. Alexander se quedó mirando la pantalla en blanco, las fotos seguramente ya virales quemándole la conciencia.
Había dejado claro su posición. El hombre creería que todo era una movida estratégica, pero para Alexander, esta jugada era mucho más personal. Helena no era solo una solución temporal; era la chispa que haría todo su mundo menos predecible.
Ahora que había puesto las cartas sobre la mesa con Lorenzo, solo faltaba algo: asegurarse de que Helena dijera sí. Aunque en realidad, Alexander estaba convencido de que ya lo había hecho en el fondo. Solo necesitaban sellar el trato.
Mientras el sol comenzaba a despuntar con más fuerza sobre Londres, una sola certeza permanecía en su mente: si el mundo estaba atento, solo había una jugada posible.
Dominar la narrativa antes de que lo consumiera.