Grace
Cuando la cena llegó a su fin, la familia Langford en pleno permaneció congregada alrededor de la imponente mesa de roble, iluminada por la suave y dorada luz que emanaba de las lámparas antiguas, testigos de tantas veladas familiares. Era la tercera ronda del vino de la nueva cosecha, un tinto robusto y complejo, con notas pronunciadas de cereza madura y un dejo sutil de tierra húmeda, una combinación que llenaba el aire con un aroma embriagador y tentador.
Los hermanos de Edward, hombres de porte y presencia, seguían erguidos y firmes, con la misma compostura que los caracterizaba, como si los efectos del alcohol no tuvieran ningún impacto sobre ellos. Nosotras, en cambio, las mujeres de la familia, ya sentíamos los efectos del vino, ligeramente embriagadas por la atmósfera y el alcohol. Reíamos con entusiasmo ante cada comentario, incluso ante los chistes más simples y absurdos, dejando escapar esas carcajadas espontáneas que solo nacen cuando una se siente verdaderamente seg