Mi estómago se contrajo.
—No estoy segura de entender a qué te refieres. —Creo que sí lo entiendes —las puertas del elevador se abrieron y ella entró, sosteniéndolas abiertas para que pudiera responder—. Solo… ten cuidado. Las personas brillantes suelen ser las más complicadas. Y las complicaciones, en este negocio, usualmente no terminan bien para nadie. —Gracias por el consejo —dije, porque tenía que decir algo. —De nada. Y Violet, por lo que vale, creo que tienes algo real en esa cabeza. Sería una pena que te distraes de eso. Las puertas se cerraron antes de que pudiera responder, llevándose a Rebecca y dejándome con sus palabras resonando en mi cabeza. ¿Era tan obvio? ¿Había algo en mi cara, en mi lenguaje corporal, que gritaba que acababa de tener un momento con Ethan que había sido cualquier cosa menos profesional? Tomé las escaleras de regreso a la sala de conferencias, necesitando el ejercicio físico para despejar mi cabeza. Cuando llegué, estaba sin aliento pero más clara. Los tres seguían trabajando. Maya había llenado la pizarra completa con nuevos diagramas. Aaron estaba en una videollamada con alguien, probablemente discutiendo aspectos técnicos. James estaba rodeado de papeles, su tableta mostrando lo que parecían proyecciones financieras complejas. Esta era la realidad. El trabajo. El proyecto que podría cambiar mi vida si lograba hacerlo funcionar. No las conversaciones cargadas en oficinas bañadas por el sol poniente. No las miradas que duraban un segundo más de lo profesional. No la forma en que Ethan había dicho mi nombre como si significara algo más que una simple identificación. —Hey —Maya levantó la vista, sonriendo—. ¿Sobreviviste a la entrega de propuestas? —Sobreviví —confirmé, dejando mi laptop sobre la mesa—. ¿Cómo van las cosas aquí? —Progresando —dijo Aaron, terminando su llamada—. James encontró algunas regulaciones que necesitamos considerar, pero nada que no podamos manejar. Maya está diseñando la interfaz preliminar. Y yo estoy mapeando la infraestructura de backend. —Necesitamos sincronizarnos —dijo James, quitándose los lentes para limpiarlos—. Estamos todos trabajando en piezas diferentes del rompecabezas, pero necesitamos asegurarnos de que encajen juntas. Pasamos la siguiente hora haciendo exactamente eso. Conectando puntos, encontrando problemas antes de que se volvieran crisis, construyendo algo juntos que era más grande que cualquiera de nosotros individualmente. Y por primera vez desde que había llegado a Voss Capital, sentí algo parecido a pertenencia. No perfecta, no sin complicaciones, pero real. A las siete, Maya se estiró y bostezó. —Okay, si no me voy ahora, voy a dormir en esta silla. ¿Mañana a la misma hora? —Ocho de la mañana —dije—. Ethan quiere empezar con el caso de estudio del café. Aaron levantó la vista, sorprendido. —¿Ya aprobó las propuestas? —Las tres. Pero quiere empezar con la tuya. Algo pasó por el rostro de Aaron. Nerviosismo, tal vez. O anticipación. —Entonces tendré que advertirle a Samira que se prepare para Ethan Voss —murmuró—. Esto debería ser interesante. Nos separamos en el vestíbulo. Maya tomó el metro hacia el norte, James hacia el este, Aaron decidió caminar a pesar de que vivía a veinte cuadras. Yo esperé mi tren en la plataforma abarrotada, rodeada de personas que también habían trabajado hasta tarde, todos persiguiendo sus propias versiones del éxito. Mi teléfono vibró. Un mensaje de mi madre. *”¿Cómo fue tu día, mija? ¿Comiste algo? Aquí hace calor, tu hermano dice hola.”* Sonreí a pesar del cansancio que sentía en los huesos. *“Día largo pero bueno. Comí. Dile a Danny que le debo una llamada.”* El tren llegó, un rugido de metal y movimiento que tragó a la multitud. Me apretuté adentro, encontrando un lugar para sostenerme mientras el vagón se sacudía hacia adelante. A través de la ventana sucia, vi pasar la ciudad. Luces que parpadeaban en ventanas de apartamentos donde la gente cenaba, veía televisión, vivía sus vidas normales. Me pregunté cuántas de esas personas también guardaban secretos, también sentían cosas que no deberían, también estaban tratando de navegar líneas que se volvían más borrosas cada día. Cuando llegué a mi apartamento, la escalera crujió bajo mis pies con su saludo familiar. Alguien estaba cocinando algo con ajo en el segundo piso. Un bebé lloraba en algún lugar arriba. Sonidos de vida real, desordenada y honesta. Abrí la puerta de mi estudio y dejé que el silencio me envolviera. No era el silencio lujoso de la oficina de Ethan, el que venía de ventanas que no dejaban pasar el ruido de la ciudad. Era el silencio de estar sola con mis pensamientos, sin distracciones caras que me impidieran enfrentarlos. Me preparé algo simple para cenar y comí de pie frente a la ventana, mirando el callejón donde los gatos del vecindario ya comenzaban su rutina nocturna. Desde aquí no podía ver el edificio de Voss Capital, pero sabía que estaba allá, esa torre de cristal alcanzando el cielo. Y en el piso cuarenta y dos, Ethan probablemente seguía en su oficina, con ese vaso de whisky que parecía ser su único compañero al final de días difíciles. Me pregunté si pensaba en nuestra conversación. Si reproducía mis palabras de la misma manera en que yo reproducía las suyas. Si sentía esa misma inquietud, esa sensación de haber revelado demasiado y no lo suficiente al mismo tiempo. Luego me obligué a dejar de preguntarme. Me cepillé los dientes, me puse una camiseta vieja de la universidad, me acosté en la cama que también servía como sofá y miré el techo donde una mancha de humedad formaba lo que siempre me había parecido un mapa de algún lugar que no existía. Mi teléfono vibró en la mesita de noche. Un email. Enviado a las 11:47 PM. *“Revisé las propuestas. Las tres son viables. Empezamos con el café mañana a las 8 AM. Trae tu laptop y prepárate para trabajar en campo. -E.V.”* Corto. Directo. Profesional. Pero había algo en el hecho de que me hubiera escrito tan tarde. Que hubiera tomado tiempo de su noche para hacérmelo saber inmediatamente en lugar de esperar a la mañana. Respondí antes de poder convencerme de no hacerlo. *“Estaré lista. Gracias por revisar las propuestas tan rápido.”* No esperaba respuesta. Era casi medianoche y incluso Ethan Voss tenía que dormir eventualmente. Pero tres minutos después, mi teléfono iluminó la oscuridad de mi habitación. *“El trabajo rápido es trabajo eficiente. Duerme bien, Violet.”* Violet. No “señorita Chen.” No formal. Solo mi nombre, escrito a medianoche por un hombre que probablemente estaba solo en su oficina, mirando la ciudad desde una altura que yo solo podía imaginar. Guardé el teléfono y cerré los ojos, intentando no pensar en lo que significaba ese mensaje. En cómo algo tan simple como “duerme bien” podía sentirse tan personal cuando venía de la persona correcta. O tal vez de la persona incorrecta, dependiendo de cómo lo miraras. Mañana sería diferente. Mañana volvería a ser profesional, mantendría las líneas claramente dibujadas, recordaría que esto era trabajo y nada más. Pero esta noche, en la oscuridad de mi apartamento de un solo ambiente, me permití sentir ese destello de algo peligroso. Algo que sabía, en algún lugar profundo e innegable, que iba a complicar absolutamente todo. Y la parte más aterradora era que una parte de mí quería que lo hiciera.