Capítulo 5

—Porque es el mejor en lo que hace. Y trabajar con el mejor te hace mejor, incluso si el proceso te mata un poco por dentro.

—Porque aprendo más aquí en un mes que en un año en cualquier otro lugar —dijo Maya—. Y porque, aunque no lo parezca, Ethan se preocupa por el trabajo. Por hacer cosas que importen.

—Y porque paga muy bien —agregó James con pragmatismo—. Y porque tener Voss Capital en tu currículum abre puertas que ni siquiera sabías que existían.

Las tres respuestas eran honestas a su manera. Y todas me dijeron algo importante: sobrevivir aquí requería más que talento. Requería resistencia.

—Bien —dije, sacando mi laptop—. Entonces empecemos. Tenemos tres meses para hacer que esto funcione.

—Tres meses para hacer un milagro, querrás decir —murmuró James, pero ya estaba abriendo hojas de cálculo en su tableta.

Pasamos las siguientes cuatro horas sumergidos en los detalles. Aaron hizo preguntas técnicas sobre la arquitectura de la plataforma que yo no tenía idea de cómo responder, pero que me hicieron darme cuenta de cuánto no sabía. Maya esbozó wireframes en la pizarra blanca, su marcador moviéndose con una velocidad que era casi hipnótica. James bombardeó cada suposición con datos y escenarios de riesgo que hacían que mi idea pareciera cada vez más imposible.

Y sin embargo, algo estaba tomando forma.

La cafetera había sido rellenada dos veces. El sol se había movido en el cielo, proyectando diferentes sombras a través de las ventanas. Maya había usado cuatro colores diferentes de marcadores, convirtiendo la pizarra en un mapa complejo de flujos de usuario y decisiones de diseño. Aaron había tecleado tanto que me pregunté si sus dedos no le dolían. James había llenado tres páginas de su tableta con notas meticulosas.

—Necesitamos un caso de estudio real —dije finalmente, cuando el café de la mañana se había enfriado en nuestras tazas y mis ojos empezaban a arder de mirar pantallas—. Algo tangible que podamos mostrarle a Ethan. No solo teoría.

—¿En cuánto tiempo? —preguntó Maya, bajando su marcador.

—Una semana. Máximo.

Los tres me miraron como si hubiera sugerido que construyéramos un cohete con palitos de paleta.

—Eso es… ambicioso —dijo James, y la forma en que lo dijo claramente significaba “imposible.”

—Ambicioso es lo único que tenemos —respondí—. ¿Conocen algún negocio local que esté buscando capital? Algo pequeño, auténtico, con una historia real.

Aaron y Maya intercambiaron una mirada que duró un segundo más de lo casual. Había algo ahí, algún conocimiento compartido que no estaban seguros de revelar.

—En realidad —dijo Aaron lentamente, jugando con el cable de sus audífonos—, conozco un lugar. Una panadería en el East Side. La dueña es… bueno, es complicada, pero hace el mejor pan que he probado en mi vida. Pan real, del tipo que tu abuela haría si supiera cómo. Ha estado intentando expandirse durante años pero no consigue financiamiento.

—¿Complicada cómo? —pregunté, sintiendo que había más en esta historia.

—Complicada como en que no confía en inversionistas, odia los bancos con pasión religiosa, y probablemente nos echará de su tienda en treinta segundos si mencionamos la palabra “aplicación” —Aaron sonrió, pero no llegó a sus ojos—. Pero si alguien puede convencerla, ese es Ethan.

Mi estómago se tensó con algo que no pude identificar inmediatamente.

—¿Ethan? ¿Por qué Ethan conocería a la dueña de una panadería en el East Side?

El silencio que siguió fue tan incómodo que casi podía tocarlo. Maya dejó de escribir en la pizarra. James levantó la vista de su tableta por primera vez en una hora. Aaron miró a cualquier parte menos a mí.

—Es una historia larga —dijo Maya finalmente, su voz cuidadosa—. Y no es nuestra historia para contar.

—Pero si necesitamos su ayuda para…

—No la necesitamos —interrumpió James rápidamente—. Podemos encontrar otro negocio. Hay docenas de opciones.

—Pero acabas de decir que esta era perfecta.

—Y también dije que era complicada —Aaron se levantó, cerrando su laptop con más fuerza de la necesaria—. Mira, Violet, hay cosas sobre Ethan que… hay límites que no se cruzan, ¿okay? Este es uno de ellos.

Antes de que pudiera presionar más, antes de que pudiera procesar qué significaba todo eso, la puerta se abrió.

Y ahí estaba él.

Ethan entró con esa presencia que siempre parecía precederlo, como si el aire mismo se reorganizara para darle espacio. Pero había algo diferente esta vez. Una tensión en sus hombros que no había estado ahí esta mañana. La línea de su mandíbula estaba más apretada. Sus ojos, cuando recorrieron la sala, tenían un filo que no había visto antes.

Se detuvo en la pizarra llena de diagramas de Maya, luego en nuestras laptops abiertas, luego en las tazas de café vacías que marcaban el paso del tiempo. Finalmente, su mirada aterrizó en mí, y algo en mi pecho se apretó de una manera que no tenía nada que ver con el nerviosismo profesional.

—Progreso —dijo. No era una pregunta, era una demanda.

Me puse de pie, sintiendo cómo todos los demás también se tensaban. La energía casual de hace un momento había desaparecido completamente.

—Estamos estableciendo la arquitectura base de la plataforma. Maya tiene los wireframes iniciales, Aaron está mapeando la infraestructura técnica, y James está construyendo modelos financieros. También estábamos discutiendo casos de estudio potenciales para la fase piloto.

—¿Qué tipo de casos de estudio? —preguntó, avanzando hacia la pizarra.

—Negocios locales que necesiten capital. Algo real que podamos documentar desde el inicio, mostrar el proceso completo de solicitud a financiamiento.

Ethan se acercó más a la pizarra, estudiando los diseños de Maya con esa atención microscópica que convertía todo en una prueba. Estaba tan cerca ahora que podía ver cómo su camisa se tensaba ligeramente sobre sus hombros cuando se inclinó para examinar un detalle. Podía oler su colonia, algo sutil y probablemente obscenamente caro. Cedro y algo más oscuro, más complejo, que hacía que quisiera inclinarme más cerca para identificarlo.

Me obligué a enfocarme.

—Aaron mencionó una panadería —continué, manteniendo mi voz firme—. En el East Side. Dijo que sería un caso de estudio ideal porque…

Los dedos de Ethan se detuvieron sobre la pizarra. Fue un movimiento pequeño, casi imperceptible, pero todos en la sala lo notamos.

—¿Qué panadería? —su voz había cambiado. Más fría. Controlada de una manera que sugería que estaba conteniendo algo.

Miré a Aaron, quien de repente parecía muy interesado en su laptop.

—No dio el nombre —dije—. Solo mencionó que la dueña es difícil pero que tú podrías ayudar a convencerla porque…

—No.

La palabra cayó como una guillotina.

Ethan se apartó de la pizarra, su expresión completamente cerrada. Cuando miró a Aaron, había algo en sus ojos que nunca había visto antes. No era enojo exactamente. Era algo más profundo, más personal.

—No es una opción —dijo, su voz como hielo—. Encuentra otro caso de estudio.

—Ethan, es la opción más viable que tenemos en este momento —Aaron se defendió, aunque su voz había perdido completamente su tono casual—. Conoces a Elena, ella confía en ti, y su negocio es exactamente el tipo de…

—Dije que no es una opción —la voz de Ethan cortó el aire como un látigo—. ¿Hay algo poco claro en esa declaración?

El silencio que siguió era tan tenso que dolía. Maya se hundió un poco en su silla, sus dedos todavía sosteniendo el marcador como si se hubiera olvidado de bajarlo. James pretendió estar absolutamente fascinado con algo en su tableta. Aaron apretó la mandíbula pero no respondió.

Y yo me quedé ahí, parada entre ellos, tratando de entender qué acababa de suceder. Quién era Elena. Por qué el solo nombre había transformado a Ethan de un CEO controlado a algo que parecía peligrosamente cercano a vulnerable.

Ethan se dirigió hacia la puerta con pasos medidos, cada uno marcando distancia. Luego se detuvo con la mano en el marco, su espalda todavía hacia nosotros.

Cuando habló nuevamente, su voz había recuperado esa indiferencia controlada que ya reconocía como su armadura predeterminada.

—Tienen hasta el final del día para presentarme tres opciones viables. No esa. Tres negocios diferentes, con números reales, propietarios verificables, y razones sólidas por las que serían buenos casos de estudio.

Se giró lo suficiente para que pudiera ver su perfil, la línea tensa de su mandíbula.

—Y Violet —nuestras miradas se encontraron, y había algo en sus ojos que hizo que mi respiración se detuviera por un segundo—, en mi oficina. Cinco minutos.

No fue una solicitud.

Salió antes de que pudiera responder, la puerta cerrándose detrás de él con un clic suave que de alguna manera sonó final.

El silencio que dejó era denso, cargado con preguntas que nadie quería formular.

—Bueno —dijo Aaron finalmente, pasándose una mano por el cabello—. Eso fue… intenso.

—¿Qué fue eso? —pregunté, mirando entre los tres—. ¿Qué tiene que ver Ethan con esa panadería? ¿Quién es Elena?

Maya negó con la cabeza, sus rizos moviéndose con el gesto.

—No es nuestro lugar decirlo, Violet. Lo siento. Pero te daré un consejo: no presiones sobre esto. Ethan tiene sus límites, y acabas de ver qué pasa cuando alguien los encuentra.

—Pero si voy a trabajar con él…

—Trabajas para él —corrigió James, su voz más suave de lo usual—. Y parte de trabajar para Ethan es aprender qué puertas no se abren. Esta es una de ellas.

Miré el reloj en la pared. Cuatro minutos.

—Tengo que ir —dije, recogiendo mi laptop con manos que no estaban completamente firmes.

—Buena suerte —murmuró James, y por primera vez desde que lo conocí, sonó genuinamente comprensivo.

Maya me tocó el brazo cuando pasé junto a ella.

—Solo… respira. Y no lo tomes personal. Lo que sea que venga.

Asentí, aunque no estaba segura de poder seguir ese consejo.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP