Capítulo 47

La mañana llegó bañada en tonos dorados, filtrándose entre los ventanales de la gran casa que los acogía. Elena despertó primero, el calor de la manta aún sobre sus piernas y el murmullo lejano de voces en el patio. Por un instante no supo dónde estaba, hasta que el aroma a tierra húmeda, a bosque y a fuego apagado le recordó que seguía en tierras ajenas: el territorio del Rey del Sur.

A su lado, Darian dormía todavía, aunque su respiración no era tranquila. Su ceño fruncido dejaba ver que, incluso en sueños, la bestia en su interior no le concedía tregua. Elena lo observó en silencio, recordando lo que habían hablado la noche anterior: la verdad, los secretos, la inevitable exposición de su naturaleza.

No pasó mucho antes de que la puerta se entreabriera y una mujer de rostro amable, con un delantal bordado y olor a pan recién hecho, se asomara.

—El desayuno está listo —dijo con voz suave, como si no quisiera interrumpir demasiado—. El alfa Ilai los espera en el comedor.

Elena asinti
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