Andrei
Dos años. Dos infernales años habían pasado ya y solamente conseguía errar una y otra vez en mi intento de recuperar a Elise. A pesar de todo, no me rendía. Perseguirla, verla en redes sociales y observar el crecimiento de mis hijos a través de la pantalla era lo que me mantenía con vida.
Claro, eso solo para mí. Para el resto del mundo, yo estaba muerto. Solo el jefe del consejo de Tokio sabía que seguía existiendo y que podía sacar todos los recursos que quisiera de mí mientras guardara el secreto. Llegar a ellos sin morir fue difícil, pero Zyran, una vez más, había contribuido a que se abriera el diálogo y la negociación.
Y aquí estaba, después de tanto tiempo, a punto de lograr mi objetivo. Por fin, siempre sabía exactamente dónde estaba ella. La controlaba desde la distancia y me aseguraba de que jamás pudiera tener nada que ver con ese infeliz.
Él seguiría con vida por el momento, solo para ver cómo le arrebataba la felicidad de las manos. Por más que lo odiara, tenía que