Alessio
Elise y yo teníamos bien asumido que no podría acompañarla a la cirugía si esta no se realizaba en la fecha programada. Al ser de urgencia, no había tiempo que perder, y la prioridad eran ella y los bebés. Sin embargo, la angustia me consumía y no podía dejar de caminar de un lado a otro.
No podía perderla, no cuando por fin le había confesado lo que de verdad sentía. Ambos lo sabíamos, pero decirlo fue un paso más en nuestra relación. Jamás habría pensado que podría progresar en una sin tocar a una mujer, pero a Elise la deseaba más allá de lo físico.
La amaba tanto que estaba dispuesto a ignorar el fantasma de Sangster, que seguía sin liberarla y que quizás nunca lo haría. Era un pensamiento triste, pero no me importaba mientras tuviera su amor, sus sonrisas y su compañía.
Si no fuera por su matrimonio con él, le habría pedido que nos casáramos.
—Tienes que salir bien, mi doctora loca —murmuré con una sonrisa—. No podría vivir sin tus regaños.
Seguí caminando hasta que