Elise
Años antes
Mi intento de fuga tuvo consecuencias peores de las que me hubiera imaginado, pero una parte retorcida de mí disfrutó sacarlo de quicio. Andrei siguió embistiendo locamente mientras me mordía el hombro sin consideración alguna. A pesar de mis intentos por sentir asco, mi vagina lo apretaba, creando una fricción que me llevaba a rozar un orgasmo.
Sin embargo, no era uno de aquellos involuntarios causados por la estimulación, sino uno fuerte y consciente.
Por eso me sentía la peor persona del mundo.
La sangre seguía goteando por mi boca. Cada vez que podía, Andrei me abofeteaba. Estaba segura de que no usaba toda su fuerza, ya que mis dientes seguían en su sitio, pero sin duda esto me dejaría marcas durante mucho tiempo.
¿En qué demonios había terminado mi vida?
Andrei salió de mí y volvió a girarme. Solté un quejido por el dolor en mis hombros, pero volví a abrirle las piernas. Él estaba completamente sudado y su cabello, revuelto, lo hacía parecer un loco. Aun así, su