Andrei
Complacer a Sonia nunca me había supuesto un problema, hasta hoy. Sabía que le encantaban las reuniones y fiestas de sociedad, pero que organizara junto a mi madre una cena con ambas familias me parecía excesivo. ¿Acaso no se sentía cansada de todos los preparativos?
—Gracias por todo esto —me dijo mientras caminábamos por el jardín de la casa—. Me sirve para despejarme de todo lo que pasó esta tarde.
Mis hombros se tensaron, pero seguí caminando lentamente a su lado, maldiciéndola en silencio.
—Me alegra —murmuré.
—¿Te pasa algo, cariño? —inquirió con dulzura, sujetándome del brazo para detenerme—. Te noto extraño, ¿estás nervioso?
«Sí, pero no por ti, maldita perra», pensé con rabia.
—Sí, lo estoy —contesté, mirándola.
Su belleza, que antes me encandilaba, ahora me parecía fastidiosa y poco deseable. Era otro rostro el que necesitaba ante mis ojos y otra piel la que mis manos querían acariciar.
—Tú nunca te pones nervioso —sonrió—. ¿Debería alegrarme? ¿Deseas que llegue el mo