Elise
No podía dejar de temblar mientras el taxi se movía a toda velocidad por las calles de la ciudad, una que apenas había cambiado desde que Andrei me encerró en aquel monstruoso edificio. Tenía mucho miedo de que todo saliera mal y eso perjudicara a mi familia, pero ya era tarde para arrepentimientos.
—¿Cree que pueda alcanzarnos? —le pregunté al conductor, un conocido de Alessandro.
—No, no lo hará. Ni siquiera nos seguirá. Este taxi no tiene placas oficiales —me tranquilizó Stephen—. Aun así, no creo que fuera buena idea que me pidieras ir a esa iglesia.
—Tenía que hacerlo. Tenía que asegurarme de que Sonia está siendo feliz —confesé.
—Lo entiendo.
Solté un suspiro. Alistair seguía llorando por desear estar con su padre, pero poco a poco se fue calmando hasta quedarse dormido. El taxi siguió su camino, rumbo al aeropuerto. Las lágrimas salían una tras otra, mientras una cantidad enorme de recuerdos me asaltaba la mente. Estaba tan acostumbrada a ser una presa que ahora no sabía q