Ángelica, conocida en el mundo de la lujuria como Cristal, es una joven de 22 años que vive en España. Durante el día, trabaja en una cafetería, pero por la noche, se convierte en stripper. No es una elección voluntaria; ha caído en las garras de la mafia blanca. Luciano De Lucca, un poderoso mafioso temido en toda Europa, no se deja intimidar por nadie. Sin embargo, todo cambia cuando presencia el sensual baile de la bella Ángelica. Algo extraño despierta en él, llevándolo a enfrentarse a problemas con la misma mafia blanca.
Leer másHola, mi nombre es Angélica Torres, tengo 22 años, vivo en España y soy stripper.
No lo hago porque quiera... Cuando tenía 20 años, me topé con una persona a la que ojalá nunca hubiera conocido: Fernando de la Rosa. Es el jefe de la mafia blanca, una organización que se encarga de la prostitución en toda Europa. Una noche, mientras estaba de fiesta con mis amigas, desafortunadamente llamé su atención. Desde entonces, estoy obligada a bailar en un tubo frente a las miradas lujuriosas de los hombres. A todas las chicas como yo las obligan a tener relaciones con los clientes. Yo soy la excepción.
Fernando siempre me dice que soy muy cotizada entre los hombres.
—¡Angi, otra noche a tope! Hoy te vas a llenar de dinero —dice Mila.
Ella también baila aquí; es otra víctima de la mafia blanca. Una vez intentamos escapar, pero nos dieron una golpiza tan fuerte que se nos quitaron las ganas de intentarlo otra vez. A pesar de todo, mi sueño siempre ha sido ser libre.
—¿De qué me sirve llenarme de dinero si no puedo gastarlo en lo que quiero? —le respondo.
—Tienes razón —dice con una mirada triste.
—Lo siento, no quise... Mejor vamos a bailar.
Cuando llegamos al escenario, comienza nuestro show. Todos los hombres nos miran; algunos intentan tocarnos, pero yo no lo permito. Además, sé que Fernando está vigilando para asegurarse de que nadie se sobrepase conmigo.
Desde lejos, veo a un hombre alto y musculoso. Su rostro está algo borroso por las luces, pero siento su mirada clavada en mí. Al terminar el show, bajo las escaleras. Algunos hombres dejan dólares en mi ropa y otros me gritan cosas obscenas, pero no les presto atención. Solo quiero saber quién es ese hombre que está hablando con Fernando. Veo que ambos me miran, y Fernando hace un gesto para que me acerque a ellos.
—Cristal, querida, te presento a Luciano de Lucca —dice Fernando. Su nombre suena imponente.
—Un placer, señor De Lucca.
—El señor De Lucca ha pagado por un show privado, así que ve al lugar de siempre —me dice Fernando. Asiento y miro al hombre.
—Por aquí.
Luciano me sigue hasta las habitaciones dispuestas para encuentros privados, ya sea sexo o bailes. Ahora puedo verlo mejor: este hombre es un dios griego, con un rostro esculpido por los dioses.
—¿Quieres beber algo, Cristal? —pregunta con una voz sensual.
—No tengo permitido beber.
—Solo será uno. No le diré nada a Fernando.
—Solo uno - Me pasa un trago de whisky, que bebo de golpe.
—Creo que lo necesitabas —dice con una sonrisa.
—No sabe cuánto - Ambos nos quedamos mirándonos —¿Quieres que empiece? —rompo el hielo.
—Háblame de ti - ¿Qué? ¿Qué clase de petición es esa?
—Señor, usted pidió un servicio de baile, no para hablar.
—¿Te han dicho que eres muy hermosa?
—A diario, señor De Lucca —respondo, seca, mientras le regalo una sonrisa falsa.
—Tienes carácter —dice, mostrándome una leve sonrisa que deja ver algunos dientes.
—Creo que ya es suficiente. ¿Quiere que baile o no?
—Por supuesto.
Luciano toma el control y enciende la música. No sé por qué, pero quiero bailar de forma muy sensual. Muevo mis caderas de un lado a otro y luego me acerco a él, sentándome con decisión sobre sus piernas. Siento cómo su respiración se acelera, y cuando sus manos se posan en mi cintura, una descarga eléctrica recorre mi cuerpo. Creo que él también lo sintió.
—Quiero hacer algo —dice, mirándome intensamente.
—¿Qué cosa? —pregunto sin dejar de moverme.
De repente, toma mi cabeza y junta sus labios con los míos. Es la primera vez que beso a un cliente, y lo peor de todo es que me gusta. Mucho. Luciano muerde mi labio inferior, arrancándome un gemido que solo aviva la llama de la pasión, hasta que tocan la puerta anunciando que el tiempo terminó. Me separo de él y este no deja de mirarme fijamente.
—Te volveré a ver —susurra, dejando un beso en mis labios antes de irse. Me quedo sorprendida y confundida.
—Dios, ¿qué acaba de pasar aquí...?
Cuando llego a mi casa, después de ser escoltada por los hombres de Fernando, me acuesto en la cama. No puedo dejar de pensar en Luciano y en ese beso.
—Dios, ¿en qué estoy pensando? ¡Deja de pensar en él, es solo un cliente más!
Despierto por un ruido en la cocina. Me levanto perezosa y veo que es Mila.
—Mila, ¿qué haces levantada tan temprano?
—No podía dormir —dice, sirviéndose un café—. ¿Cómo te fue anoche? Dicen que Fernando canceló a todos los clientes que te habían pedido por uno solo.
—Pasó algo - Le comienzo a contar mi baile con Luciano De Lucca.
—Vaya, ¿y quién es?
—Un tal Luciano De Lucca - Veo cómo se pone pálida.
—¿Qué pasa?
—Amiga, ese hombre es un mafioso. Es dueño de la mafia europea.
Ya estoy en mi último mes de embarazo. Hasta el momento, todo ha sido bastante tranquilo. Ahora estamos muy ansiosos por saber qué es nuestro bebé, ya que ninguno de los dos quiso saber el sexo porque queríamos que fuera sorpresa.-¡Joder, amor, en serio, ¿tenemos que ir?! —veo cómo mi marido se está arreglando para una fiesta que va a dar su empresa y él debe asistir.-Amor, soy el jefe, no puedo faltar y quiero que estés conmigo.-Prométeme que solo serán dos horas, mis pies se inflaman con cualquier cosa.-Te prometo que apenas lleguemos a casa, te haré un rico masaje.-Mmm, me parece perfecto, ahora ayúdame a parar. —Este me ayuda a sentarme y luego camino al baño para darme una ducha rápida. Cuando salgo, busco qué ponerme.-¡Mami! —Mi pequeña Camila corre hacia mí, rodea mis piernas con sus bracitos y luego deja un beso en mi vientre, ya muy abultado.-Hola, mi pequeña.-Ten cuidado. —La adoro, es tan hermosa.-Ve a decirle a papi que mami se tiene que arreglar. —Ella asiente y c
Hoy es mi despedida de soltera y la de Luciano; por culpa del ruso, vamos a tener nuestra despedida de solteros, pero por separados.— Odio que te vayas con el ruso a quién sabe dónde — Luciano me sonríe y toma mi cintura.— Amor, sabes que solo tengo ojos para ti.— Más te vale, señor De Lucca — dejo un casto beso, pero somos interrumpidos por mi amiga Mila y Carlos.— Bueno, futuros esposos, ¿se van a separar ahora? — Carlos toma del brazo a Luciano y Mila me toma a mí, llevándome lejos de él. Ni siquiera me deja despedirme.— Amiga, Carlos y yo tenemos un plan — Mila me mira de forma pícara, y juro que eso me da miedo.— ¿Qué estás planeando?— Tú serás la despedida de soltero de Luciano. ¿Qué tal un baile privado? — Miro a Mila y el bombillo se me enciende.— Eres una genia.— Somos, Carlos dio la idea y yo la pulí.— Bueno, ahora ayúdame, necesito ponerme algo bien sensual para mi futuro marido.— Yo ya lo pensé — va a mi armario y saca un vestido bastante seductor con una lencerí
Estoy tomando un café en la sala con Mila, ya que ni Carlos ni Luciano se han despertado. Estaban tan borrachos que los guardaespaldas tuvieron que subirlos a las habitaciones.—¿Crees que estén muertos? —dice Mila con algo de humor.—Yo espero que no, porque no quiero que mi hijo se quede sin padre.—Tal vez el ruso quiera ser padre de tu bendición.Ambas estallamos en risa y le tiro un cojín a Mila.—Que ni te escuche Luciano.—Joder, me estoy muriendo.Cuando volteamos, vemos a un Luciano todavía vestido, con la corbata en la cabeza. Mila y yo lo miramos y soltamos una carcajada.—Las estoy escuchando.—¿Quieres que te dé algo?—Una pastilla para el dolor de cabeza.—Bueno, yo voy a ver si Carlos sigue vivo.—Dale, ahora hablamos.Luciano toma asiento a mi lado y se toma la pastilla.—¿Todavía sigue en pie lo de la boda o fue algo de la borrachera? —le sonrío, y este también lo hace.—Lo decía muy en serio - Luciano toma mis manos.—Quiero darte la boda que te mereces, cariño.—¿Y s
AngélicaEstoy acostada en la camilla, acariciando mi vientre aún plano. Los médicos ya me informaron que mi bebé está bien, y no saben la tranquilidad que sentí al escuchar eso. Ahora, mi ansiedad está enfocada en ver a Luciano. Después de enterarse de lo que tuve que hacer para mantener a salvo a nuestro hijo, no sé cómo se lo tomará. Solo espero que me entienda y me ayude a olvidar lo ocurrido.—¿Puedo pasar? —escucho la voz de mi flamante marido mientras lo veo entrar con una bolsa de regalo en las manos.—Pasa.Luciano entra y me dedica una sonrisa cálida.—Te traje un regalo para nuestro hijo o hija.Sonrío como una tonta mientras extiende la bolsa hacia mí. Con algo de curiosidad la abro y, al ver el contenido, mis ojos se llenan de lágrimas.—Luciano... —murmuro emocionada al sostener entre mis manos una pequeña prenda de bebé de color blanco, probablemente porque aún no sabemos el sexo. Mis lágrimas comienzan a correr, y él, rápidamente, las limpia con sus dedos.—Ya no llores
Estoy acostada mirando hacia la ventana mientras espero que el animal de Miguel Ángel se vaya y me deje sola de una vez por todas.—Estuviste magnífica, eres toda una diosa —dice, dejando un beso en mi hombro desnudo. Juro que quiero vomitar, pero lo haré cuando el maldito ya no esté—. Ahora me tengo que ir, pero nos vemos luego.Escucho cómo la puerta se cierra, y ahí es cuando me permito ir al baño a vomitar. Cuando termino, no paro de llorar porque me siento sucia. Traicioné a Luciano. Yo no quería, pero todo era por salvar a mi hijo. No podía permitir que le hicieran algo.—Señora... —veo en la puerta a la chica del aseo—. El señor dijo que podía salir de la habitación para desayunar. Insistió en que debía cuidar muy bien su alimentación por su estado.¿Quién entiende al imbécil?—Sí, vamos.Bajo con la chica y veo que todo está custodiado. Es imposible salir, pero puede que ella me pueda ayudar.—¿Cómo te llamas?—Me llamo Laura.—Laura, ¿cómo puedo salir de aquí? —pregunto, y ell
Luciano de LuccaDespierto con un fuerte dolor en mi pecho. Siento como todo me da vueltas, y mi cabeza parece que va a estallar.—¡Joder, cómo duele!—Luciano, amigo —escucho la voz de Carlos, así que me obligo a abrir los ojos. Cuando lo hago, me mira con cara de preocupación—. ¡Joder, al fin despiertas!—¿Qué me pasó? ¿Dónde está Angélica? —¿Por qué mi ángel no está aquí conmigo?—¿No te acuerdas de nada?—¿Qué está pasando? ... Joder, joder.—¡Angélica! ¡Se la llevaron! —Intento pararme, pero Carlos me lo impide—. ¡Déjame, Carlos! Necesito buscar a mi mujer, esos imbéciles la tienen.—Ya Ivánov y yo nos estamos encargando de eso.—¿Ivánov? ¿Qué tiene que ver ese imbécil aquí?—Lo llamé.—¿Lo llamaste?—Él se enteró de lo ocurrido y decidió ayudarnos, pero dijo que era solo por ella.Quiero matarlo, pero no puedo ser idiota. Cuanta más gente me ayude a buscar a mi mujer, más rápido la encontraré.—Tengo que irme —me quito todos los cables y, con algo de dificultad, me pongo de pie.
Último capítulo