—No puedes decir eso —dio un paso atrás, mostrándose reacio a aceptar su mentira.
—¿Decir qué? ¿Qué no te amo? Pues qué pena por ti, Enzo. Pero es la pura verdad. Hace mucho tiempo que no siento por ti ni siquiera odio —confesó con simpleza, regocijándose en su actitud de sorpresa. Al parecer, esperaba que siguiera siendo la misma estúpida que le había profesado amor en el pasado—. El odio también es un sentimiento y la verdad es que tú no me generas ni siquiera eso. No eres nada para mí. Solo un estorbo.
—Valeria… —Su nombre surgió de sus labios en una mezcla de súplica y advertencia.
—¿Qué? —le preguntó dando un paso al frente. Ahora era ella la que no temía acortar la distancia—. ¿Qué quieres escuchar? ¿Qué te amo? ¿Qué te extrañé? Para nada. Fui tan feliz sin ti. Las cuatro lo fuimos, así que no vengas a meterte en nuestro camino porque no te necesitamos.
—No puedes sacarme de la vida de las niñas —repuso rápido—. Ni de tu vida.
—Podemos —lo contradijo con tranquilidad—. Hace m