Valeria se miró al espejo y sintió mucha rabia. La forma de los dedos de Olivia se habían marcado en su cara.
Esa mujer había cruzado un límite que no estaba dispuesta a tolerar.
Sabía que no era una esposa real, pero al menos consideraba que por las tres vidas que llevaba en su vientre, merecía respeto. Así que estaba dispuesta a hacerle ver esto a Enzo. Le diría lo que le había hecho su madre y le exigiría que no volviera a suceder.
Sin embargo, Valeria no contaba con que Olivia, siempre astuta e inteligente, se le adelantaría con una historia completamente falsa.
Y así fue como Enzo entró como una fiera en su dormitorio. Exigiendo una explicación ante el supuesto maltrato que ella había infligido a su madre y que le había costado una cachetada en el rostro.
Indignada y ofendida por las acusaciones, no pudo evitar soltarse a llorar. Últimamente, estaba demasiado sensible y no era para menos, estaba embarazada y en un lugar que simplemente no le hacía feliz.
—¡¿De verdad piensa