Damián
—¡Quiero una revisión de todos los humanos de la ciudad! ¿Dónde viven? ¿Qué hacen? ¿Cada cuánto entran y salen? ¿Qué hacen aquí?
—¡Entendido, alfa! —respondían Alan y Leticia, quienes ya empezaban a correr. Mis guerreros iban por todos lados. Hasta los trabajadores de Empresas Onix dejaban sus deberes y se ponían a ello. La empresa funcionaba perfectamente gracias a mi gran plan que había estructurado por años: trabajo colaborativo y eficaz. Pero ahora necesitaba toda la ayuda que pudiera conseguir.
—Alfonso estuvo aquí, pero no fue captado por las cámaras —me decía Nora.
Confiaba en mis guerreros y en ella como en nadie. Habíamos contenido los ataques de los Herejes, las visitas sorpresas de Ricardo. Verdugo había estado por aquí también, pero ninguno había logrado volver a entrar. Era mi ciudad, sí, pero también era una manada, y se regía por las reglas de los lobos y de Su Majestad.
—Debe haber entrado por los túneles. ¡Es un cazador! ¡Un cazador! —repetí angustiado.
Por mi