Julieta
Sus ojos brillaban. Estaba tan contento, el momento juntos era espontáneo, tan perfecto que lo supe dentro de mí. Sabía que lo quería desde hacía ya un tiempo, por sus demostraciones, por lo que había hecho por mí. Pero también desde aquel momento en que me salvó en la cacería, cuando entré en esa cueva. Por su mirada, por su sonrisa, por cómo mi cuerpo vibraba solo de pensar en él. Pensé al inicio que era simplemente el sentimiento de una chica emocionada frente a un hombre atractivo, fuerte, diferente. Pero era algo más. Nora me decía que los humanos sí podían sentir el vínculo; quizá lo sentíamos distinto, pero no éramos indiferentes a él. Éramos mates de verdad, lo éramos.
—Me haces tan, tan feliz. Me haces feliz con solo existir —susurró apoyando su frente en la mía.
Su aroma era glorioso; el contacto de su piel cálida era todo lo que necesitaba en la vida. Habíamos hecho el amor de forma salvaje en su oficina. Debía sentirme apenada, extraña, atrevida. Pero solo quería