Julieta
—Alfonso, esta es mi casa y ellos… no son lo que crees. Han venido a ayudar, hay más problemas, la ciudad y…
—Ellos son el único problema. Estamos como estamos por ellos. Los lobos son el origen de todos los males —respondía él furioso.
Estaba acompañado de otros hombres y mujeres, su mirada era fría. Temí que esto fuera más que un aviso cordial. La situación se estaba tornando cada vez más preocupante con cada minuto que pasaba. Damián rugía en cada respiración, su brazo se tensaba sujetándome.
—Alfa, hay por lo menos una docena de humanos, la mitad aquí, el resto oculto en el bosque —murmuró el Duque en una voz tan baja que no sé cómo pude escuchar. Sus labios casi ni se movieron. Damián rugió molesto. Imaginé que se estaba comunicando con los guerreros. Octavio no estaba, se había quedado en la ciudad, pero cada hombre y mujer aquí respondía a él.
—No sabes lo que dices, ellos han ayudado, lo que hicieron por nuestro pueblo. Ellos no son el enemigo, es Sombras de la Noche —