Julieta
No lo entendía del todo. Después de tantas idas y vueltas, de silencios, de ese muro que parecía construir entre nosotros, ahora simplemente… ¿Cambia de opinión?
Pero en el fondo de mi pecho, en ese rincón donde la razón no llega, sabía que algo había cambiado entre nosotros. Lo había sentido cuando me besó, cuando sus manos se deslizaron por mi piel y mi cuerpo pareció arder bajo su contacto. Esa conexión inexplicable, casi primitiva, había quedado marcada en cada fibra de mi ser, como si nuestros cuerpos recordaran algo que nuestras mentes aún no comprendían del todo.
Tomé el vestido que había dejado para mí y lo extendí sobre la cama. Era oscuro, profundo como una noche sin luna. El negro, era el color de la ciudad, pero no era habitual en las galas. Los trabajadores de Empresas Ónix solían vestir de gris plata, humo, ceniza. Pero esto era diferente. Era audaz, provocador. Y aunque no era exactamente mi estilo, el escote era atrevido, las aberturas laterales dejaban poco a