Julieta
—No, no puede ser… —se agitaba Damian.
—Lo siento, alfa, su hermana… dice que la hechicera potencia su poder con el ónix —decía Alan.
—Tenemos que volver… —susurró mi mate mirándome. Lila entraba en pánico.
—La ciudad los necesita, alfa, a ambos. El poder de ustedes nos mantendrá en pie.
—¿Atacará la ciudad? ¿Qué vamos a hacer? Esa hechicera me da miedo —decía mi loba, aterrada.
—Somos Luna de la Ciudad y de Sombras de la Noche. Tenemos un deber.
—Pero esa hechicera es fuerte, y yo aún no me siento preparada —susurraba como una cachorrita.
—Como dice Damian, poco a poco aprenderemos. No todo es fuerza y poder, Lila. Tenemos que volver al laboratorio; ahí podré investigar más —intentaba calmarla y ella asintió. En minutos, Damian me daba una camiseta y un short, y me llevaba tras un árbol para vestirme.
—Eres una preciosidad, ¿lo sabes? Diosa, no puedo dejar de verte —dijo dejando un beso en mi hocico. Lila lo miraba moviendo las orejas—. No quiero que nadie te vea desnuda… Sé