Nora
—Las noticias son buenas, jefa Nora. Damian ganó. La manada siente su poder, y es total —me indicó Leticia, mientras yo caía agotada y aliviada en la gran silla de la oficina de mi hermano.
—Gracias a la Diosa… y a todos los lobos —suspiré, cubriéndome el rostro con las manos. Quería llorar de felicidad.
Después de tantos años, de sacrificios, entrenamientos, pesares, humillaciones, dolor y tormentos, todo había terminado. Por fin.
—El alfa cuenta con mucha ayuda. Su Majestad ya envió un equipo. Están colocando refugios, asistiendo a los heridos y a los miembros que huyeron. Cuentan con guerreras del rey y con una gran hechicera —explicaba Ágata.
No había podido dormir, mucho menos comer, desde que esa hechicera había destruido parte del territorio de la ciudad. ¡Había sido aquí, a nuestros pies! ¿Cómo combatir la tierra misma? Era imposible. Pero Ágata había colocado protecciones, y todo el equipo de guerreros y vampiros había hecho lo que mejor sabían: prepararse. Porque la ciu