Eva
—Mi padre dijo que había problemas con los Herejes justo cuando nosotros estábamos en el bosque. Tiene que ser por Novak —decía Cachorrito. Habíamos dejado al niño palido con Severino; intuía que algo iba mal.
—No podemos devolverlo, no podemos dejarlo así nomás —insistía Cerebrito. No sé por qué todo el mundo de repente parecía pegado al niño, pero yo entendía que había algo más: había sufrido en manos de su propia manada, un huérfano que ahora estos imbéciles utilizarían como moneda de cambio.
—Tenemos que ver qué quieren ellos primero —dijo la Luna.
— No puedo enfatizar cuánto debemos evitar una confrontación en nuestra situación. Alfa Damián está próximo al último reto y estos infelices se están aprovechando —Leticia aclaró, era estratega, y francamente esto se nos iba a escapar de las manos en segundos.
—Hablemos, simplemente, para ver qué es lo que quieren; propongamos una tregua —decía Vampirito. Pero quien decidía era ella.
A esos Herejes les desagradan mucho los vampiros,