Julieta
—Tengo que saberlo. Solo tienes que decirme sí o no —clamé. Mi vida se trataba de entender la razón de las cosas. Y él debía saberlo, pues temblaba angustiado.
—Tienes que entender que la situación… —insistía, y yo me levantaba, ajetreada, molesta, cansada.
—No soy una niña tonta, Damián. Tampoco alguien que tiene que estar siendo cuidada. Soy una mujer adulta que merece saber la verdad. No quiero que me la oculten, ni que me traten con cuidado. ¡Puedo aguantar la verdad y más! —dije, levantándome como podía. Me mareé, y él me sostuvo.
Había una pequeña chimenea, y no sé de dónde sacó las cosas, pero calentaba un poco de agua. El fuego se reflejaba en esos ojos. Por la diosa... podía vivir en esos ojos. Eran como constelaciones, el mundo entero. Miles de mundos vivían en esos ojos grises, y temí…que en ninguno de ellos podríamos estar bien. Pero cuando habló, me sorprendió.
—No... no eres una niña. Eres la mujer más inteligente que he conocido. La más sabia. La que con una s