Eva
—Su Majestad…— clamamos al verla.
—Eva… —susurró ella, tomando mis manos antes de abrazarme con fuerza. Freya venía con ella, y entre ambas nos ayudaron a levantarnos.
—Cielito —dije, devolviéndole el abrazo. Ella era la reina, pero también mi amiga. La chica que yo prometí ayudar y que encontró un magnífico destino.
—Gracias por venir, Su Majestad —suspiró Vampirito, exhausto.
—Vinimos lo más rápido que pudimos —explicó Cielito—. Mis amigas hechiceras habían sentido algo extraño desde hace tiempo. Hemos estado tan concentradas en investigar nuestros poderes, en entrenar, que por un momento creímos que no era cierto.
Se veía como siempre: piel dorada por el sol, cabello oscuro, pequeña, dulce, pero poderosa como un demonio.
—Nosotros tampoco lo creímos, Majestad, hasta hace pocas horas —respondió Magnus, aún hincado en la tierra.
—Es un poder sorprendente —dijo ella con asombro—. Evidentemente nos lleva años de experiencia a nosotros. Quisiera que Alaric la hubiese visto, per